Hoy he vivido un terremoto.
Resulta que aquí es habitual que haya uno al año o incluso más en ocasiones. Pero claro, eso es algo que ni yo sabía, ni nadie se molestó en informarme ¿Para qué? Te dirán a todas horas que no lleves mucho dinero y no comas tacos de la calle... pero ¿Qué más da que cada 5 o 6 meses la ciudad amenace con venirse abajo? No es importante.
El caso es que Dios o la providencia ha querido que hoy me despertara como unos cinco minutos antes del suceso. Me han querido dar tiempo para prepararme. Pero yo no lo he visto venir. De hecho, no lo he visto venir ni siquiera cuando han empezado a sonar las sirenas de evacuación segundos antes de que todo empezara a temblar.
En mi mente, el tema de las alarmas éstas de guerra, siempre había adquirido un tinte muy dramático. Me imaginaba un sonido aterrador que te congela el alma y que te prepara para lo peor, y para lo que sea necesario delinquir cuando llegue lo peor. Vamos, lo que viene siendo una muerte anunciada. Pero no. Chicos no. La vida real no es así. Yo he oído la bocina, y he seguido tumbado la mar de tranquilo y sereno. Porque lo más importante en un día libre es aprovechar todo el tiempo que puedas estar en horizontal, hasta que tu espalda te diga "chaval, yo me hernio en 3...2...1..." y levantarte justo antes de que acabe la cuenta atrás. De hecho, tu mente está tan acostumbrada a los ruidos de la ciudad, que le da directamente al mute y la bocina de la salvación pasa a ser acallada como cuando tu madre te habla mientras estás viendo los Simpson.
Así que no ha sido hasta que todo ha empezado a moverse y mi cama a separarse y chocarse contra la pared, cuando mi cerebro ha decidido hacer conexiones sinápticas y entender qué estaba pasando. Tampoco creáis que esto ha sido muy rápido. Se ve que he perdido muchos reflejos, y de hecho, los cuatro o cinco primeros segundos de temblor me los he pasado pensando "Qué coño está haciendo el francés en su habitación para que mi cama se mueva tantísimo". Pero no me culpéis, ésto es un acto reflejo. Para nosotros, españolitos mimados por la geología, cualquier explicación se acepta antes que pensar que el techo se te va a caer encima en la misma cuenta atrás de tu hernia de espalda.
Aún así, ha llegado un momento en el que hasta a mí, sin ningún training previo en seísmos, se me ha hecho evidente que había que salir por patas. Así que, recién levantado y con lo puesto, he salido corriendo de mi habitación para encontrarme con la mayor cara de terror que he visto desde que Iván se cayó ladera abajo buscando espárragos. Mi compañera de piso, a la que la providencia había decidido no despertar cinco minutos antes. Después me ha confesado que de pequeña su mayor fobia era vivir un terremoto, y que dormía siempre con la sábana sobre la cabeza para protegerse. Las sábanas tienen un gran poder mental, pero a día de hoy todavía no sujetan las cuatro toneladas de edificio que te pueden caer en un derrumbamiento. Aunque, visto así, la admiro por no haberse meado encima en mitad de la huida.
Lo que viene a continuación es un poco absurdo, debo admitirlo. Porque, aunque ella y yo nos hayamos encontrado en mitad de un salón que estaba en plenas prácticas de danza del vientre con la palabra TERREMOTO escrita en nuestras caras, mi subconsciente todavía necesitaba una confirmación final.
- ¿¡¡Terremoto!!?
- ¡Sí!
- ¿¡¡Terremoto!!?
- ¡Sí!
Vale, el ser humano es un ser social, pero si ella me hubiera respondido "no"... ¿Habríamos suspirado aliviados y vuelto tranquilamente a nuestras camas? Lo dejo como reflexión en el aire. Sin embargo, ese no ha sido el caso, y mi siguiente aportación ha sido un grave "CORRE". Así que, por fin, después de firmar un acta oficial en la que asegurábamos estar viviendo un terremoto, hemos puesto pies en polvorosa hacia la calle donde ya estaban la mayoría de los vecinos (al parecer ellos conservan mejor sus reflejos, o comprenden lo que significa una bocina de evacuación... o ya llevan más de 5 o 6 meses viviendo en México).
Minutos después, todo ha vuelto a la normalidad. Se oyen los helicópteros sobrevolando la cuidad para valorar daños, aunque ya he leído que afortunadamente no son muchos y no hay víctimas. Yo por ahora, sigo vivo, sano y en plena forma, valorando mejor el tiempo que tengo después de todo esto. La verdad es que el susto te lo llevas, y grande, aunque ahora estoy bastante tranquilo. Rezo para que no haya ninguna réplica que vuelva a matarnos de la angustia. Y por vuestra parte, rezad por mí también, que, al parecer, no caerá en saco roto :)
¡Un sismo-abrazo a todos!
Fon.
¡Un sismo-abrazo a todos!
Fon.